Para perder el exceso de peso que hemos acumulado en el cuerpo y no volver a recuperarlo, no sólo importa lo que se ingiere, cuántas calorías contiene y cuánta cantidad se come. Para el éxito del régimen también es importante vigilar el tamaño de las raciones que nos llevamos a la boca. Una de la normas de toda dieta equilibrada consisten en comer de forma adecuada, es decir sentados, despacio, masticando bien y saboreando bien los alimentos. Para ello hay que ingerir trozos de comida de un tamaño razonable y desmenuzarlos apropiadamente, en lugar de tragar las comidas sin que apenas tengan contacto con nuestra dentadura y papilas gustativas.
“Hemos de procurar comer con regularidad y tranquilidad, sin tensiones y con el tiempo suficiente; las famosas comidas de negocios rara vez proporcionan una buena digestión, sino más bien un montón de gases y cierto ardor”, dice la nutricionista Magda Carlas, autora del libro “Caprichos sanos: 50 placeres que puedes permitirte sin sentirte culpable”. "Hay que pensar que el tiempo que ‘pierde’ en comer supone una buena inversión para su salud”, señala Carlas, quien agrega que “aunque parezca un tanto aburrido, la regularidad es una de las cualidades que más agradece nuestro organismo"
La nutricionista recomienda que "las comidas del día se realicen siempre a la misma hora y que, de ser posible, la cena no se tome demasiado tarde. Cierto orden en los horarios favorecerá, entre otras cosas, un comportamiento alimentario adecuado y una buena digestión". Por otra parte, algunos regímenes para perder peso sugieren que masticar bocados más pequeños y saborearlos mejor ayuda a comer menos. Ahora un grupo de científicos lo ha demostrado de forma concluyente.
En un ensayo con personas que tomaron natillas de chocolate, un plato que les gustaba, un equipo dirigido por Cees de Graaf, de la Universidad de Wageningen, en Holanda, ha comprobado que aquellos individuos que las mantenían en la boca por más tiempo satisfacían más a sus sentidos y por ello tendían a comer menos. Otros estudios previos habían demostraron que los bocados más pequeños hacen más lentas las comidas, pero no modificaban la alimentación. Ahora, acaba de comprobarse, que si además se disfruta más de su sabor, se reduce el consumo, al acelerar la sensación de saciedad.
Una treta que proponen algunas dietas, consiste en servir la comida en platos de postre para que las raciones, más pequeñas de lo habitual, no parezcan tan reducidas. De esa forma, al “engañar la vista”, ya no se tiende seguir comiendo más.
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